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Promover la salud implica que las personas asuman un mayor control de su estado de salud, e intervengan para esto en la sociedad y en el ambiente, protegiendo y beneficiando la calidad de vida individual y comunitaria.
Implica además llevar adelante acciones y decisiones de gobierno, así como también un conjunto de políticas que eviten enfermedades o lesiones.
Como ejemplo es posible citar políticas fiscales en las que algunos productos nocivos o insalubres, como el alcohol, el tabaco y los alimentos ricos en sal, azúcares o grasas, pagan mayores impuestos que otros.
Pero además, la promoción de la salud implica educar a la población en la adquisición de conocimientos que le permitan elegir en libertad todo aquello que provoca cambios favorables en su estado de salud. Al adquirir estos conocimientos, aptitudes e información, pueden elegir entre diversas opciones las más saludables. ¡Pero no solo es cuestión de elegir! También es cuestión de gozar de un entorno en el que el acceso a estas condiciones sea posible. Para esto, las ciudades tienen un papel principal en la promoción de la buena salud. Los municipios y su planificación se vuelven vitales, ya que son los que proponen la puesta en práctica de medidas preventivas. Por ejemplo, un municipio que desarrolla corredores y espacios verdes colabora en propiciar la actividad física entre sus pobladores.
Por último, si pensás desde lo más mínimo hasta lo más grande, las ciudades saludables compondrán un país saludable. A su vez, los países saludables deberían ser parte de un mundo que también lo sea.